Te presentaste tan fuerte, que creo que no alcancé a dimensionar el tamaño de tus heridas. Escuché tus palabras, me pediste que te creyera. Te creo, te creí, te quise creer. Creo que subestimé tu dolor. ¿Quizá tú también?
Me hubieras contado de tus miedos. Dijiste que los tenías. Lamento no haber preguntado más a fondo sobre ellos. Cada palabra de amor hacia mí, me hicieron creer que el valor de enfrentarlos estaba ahí.
Discúlpame por no haber tenido más fuerza para ser aún más tierna. Para abrazarte más fuerte. Para tomarte más de la mano. Para hacerte saber más veces que estoy a tu lado. Para demostrarte que te tomo así, todo, con esos vacíos y grietas. Para enseñarte más que juntos encontramos y hacemos camino, con nuestro lenguaje.
Discúlpame. A veces así es la vida, prueba y error. Somos inexpertos. Lo único que se debe intentar evitar, es el dolor ocasionado conscientemente al otro. El hubiera no existe. Uno nunca deja de aprender.
Ya sabes que yo estoy dispuesta a nosotros. Sólo que esto es de dos. Nos quiero.
Addendum: aunque me disculpo por los momentos que no fueron fáciles, entendí que aunque yo quisiera abrazarte, no es mi responsabilidad hacer todo el trabajo. Y tú no trabajaste en equipo, sólo me mentiste y me usaste. Así era difícil ser más tierna o más paciente, con tu inconsistencia, ambivalencia y egoísmo. Yo intentaba encontrar el punto medio mientras me conformaba con menos de lo que sé que quiero y merezco porque eso doy de vuelta. Y tú sólo tomabas y tomabas y te molestabas al haber una contra voz. No me voy a disculpar ya por haberte pedido un mejor trato. Me disculpo a mí por haber intentado quererte tanto cuando me estabas lastimando.