¿Que quién soy?

Hoy, en uno de esos momentos en los que tengo el super lujo de hacer otra cosa que no sea trabajar con el equipo de la oficina y después de ver fotos de gente por Facebook me quedé pensando. ¿Y quién soy yo? ¿Quién soy yo ahora?

Primero hubo un silencio, luego hubo una grande duda.

Cuando tenía 18 o 19 o 20, ya no lo sé; creo que creía saber quién era y qué quería. Pero quizá no, porque un día decidí que quería venir a Alemania a terminar por fin de aprender el idioma. El después no me importaba.

No habían pasado ni siquiera dos semanas creo y ya quería regresarme. Me había embarcado en una aventura que pensaba que no podría terminar: cuidar a un par de gemelos en un país que la verdad ya no era tan desconocido. No era el país el problema, fue el primer rechazo de los niños y la un tanto conducta hostil de la madre para mis parámetros latinos y mexicanos, quiero creer.

Mi madre hizo uso de esas frases que sólo las madres mexicanas suelen usar y me dijo que si no podía lavar ni mis calzones (disculpen ustedes las intimidades), ¿cómo iba a encargarme de cuidar a dos niños de cuatro años y en un lugar tan alejado de casa?

Tengo como una laguna mental -quizá impuesta-, porque no recuerdo bien las razones por las que me fui, yo sólo tengo en mi memoria que quería “volar”, quería partir, quería aprender el idioma y quería salirme de mi casa y esa fue la mejor solución que se me ocurrió en ese momento.

No fue difícil convencer a mi padre; le dije que básicamente se podría “desentender” de mí por un rato y que era para que valiera la pena los cursos de alemán ya pagados. A mi madre no le dije mucho, tan sólo que había tomado la decisión y que mi padre había dicho que sí.

Y así un día de julio partí hacia Stuttgart, al sur de Alemania. No llevaba ningún plan que yo recuerde, pero sí recuerdo tener mi mente que regresaría a México a hacer todo lo que quería hacer, porque yo quería hacer algo por y en mi país. ¿Qué? No lo sabía bien, pero algo. Había dejado una carrera de danza folklórica trunca, al igual que una de letras hispánicas y un curso de historia del arte. Creo que me gradué porque no podía darle ese disgusto a mis padres, pero ahora que lo pienso, creo que desde que entré a la universidad estaba algo perdida.

¿Que si ya me encontré? ¡Qué va! Si lo hubiera hecho esto texto no existiría. Pero aquella vez que partí hacia Alemania supongo que sentía que ahora si tenía que terminar lo que empezaba. Después de que mi hermana menor mi hiciera entrar razón cuando me dijo: “Tanto molestaste por irte y ahora quieres volver. Si lo haces, me voy a sentir decepcionada.” Nunca se van a olvidar esas palabras, así que lo di todo y después de todo no resultó ser tan difícil.

Después de unos dos meses logré adaptarme a la vida de niñera y empezó la gran aventura. Era libre y supongo pensaba así porque quizá llegué a pensar que en México no lo era completamente. Iba y venía a mi antojo a donde quisiera y con quien quisiera. Cuidar de los niños era cansado, pero gratificante. Nos llegamos a entender muy bien y en su momento, creo que sí me quisieron. Cuando me tomaban de la mano porque algo les daba miedo o cuando me abrazaban tan sólo porque les daba gusto verme, fue cuando me di cuenta que había valido la pena. Con eso me gané a los padres y todo fluyó más suave. Además de decir que mi alemán sí fue mejorando día con día.

Ahora que lo pienso, llegó un punto en que todo se me hacía muy normal. Fue así como empecé a pensar y a veces sigo pensando que de alguna forma, Alemania sí es como mi segunda casa. Nunca me he sentido rechazada (afortunadamente). Nunca me han parecido las cosas muy difíciles, siempre me sentí segura, con energías. Hasta que todo cambió.

Pero supongo que es parte de crecer. Mientras fui niñera lo gozé al máximo porque prácticamente no tenía ninguna responsabilidad, claro, sólo dos pequeños pedazos de carne de lunes a sábado, pero no estaba sola. La abuela de ellos me ayudó de una forma infinita y también me mostró su cariño. Pero fuera de “eso”, sólo tenía que ver por mí misma. Lo que se tradujo en viajes, fiestas interminables, charlas hasta la madrugada en algún parque, mucho alcohol, muchas risas, mucho baile y en algún punto, mucho amor.

El encuentro más cursi, una noche de un 14 de febrero.

Vaya, que si mi amiga de EE.UU.AA no me hubiera dicho que saliéramos a celebrar St. Valentine’s Day y el bar no hubiera estado adornado de corazones, creo que la fecha hubiera pasado de largo. Y ahí estaba él, sentado solo en la misma mesa que los amigos a los que íbamos a buscar.

Así empezó todo, pero esa es otra historia y una que a veces ya no sé si quiero contar. Al menos no en este momento.

Pero fue con él que el mundo dio un giro. Yo ya venía planeando quedarme en Alemania para hacer mi maestría, pero hasta para eso andaba perdida porque me daba pereza estudiar en Berlín porque no me sentía capaz de estudiar en alemán. Así que decidí tomar la maestría que era sólo en inglés. Creo que despúes de ese episodio me di cuenta de que la academia no es lo mío, pero sin duda esos dos años de maestría los disfruté a lo grande. Ya no recuerdo bien qué aprendí de los tantos ensayos y conferencias, pero aprendí de viajes y charlas.

Con él y su familia se me abrió un mundo al cual creo que yo siempre había querido pertenecer. Me queda claro que mi situación familiar influyó para que yo me enamorara de él como Alicia cayendo por ese túnel. Así, alocada y bruscamente.

Supongo que en algún momento me sentí fuera de lugar en México y por eso Alemania y él, me regresaron de una manera quizá extraña, ese sentido de pertenencia. Viajé mucho con él, aprendí infinidad de cosas de la cultura bávara y austriaca, de tradiciones, de música, de pintura, pero sobre todo, aprendí que te puedes enamorar de quien crees que es tu mejor amigo.

Yo lo consideraba mi amigo, me creí el cuento de las almas que se encuentran para quedarse juntas. Yo lo veía y el día se iluminaba. Me gustaba estar con él, no me importaba donde ni cuando, pero con él. Adopté a su familia y su familia me adoptó. Pasé el trago amargo de que él perdiera a su padre y de que pudiera ser un diminuto refugio para el dolor de su madre. Encontré una segunda madre, luego una amiga. En fin. Lo di todo.

Hasta que la sombra de los cambios, la adultez, la duda… esa vorágine que a veces uno no entiende, nos cayó sobre los hombros. Ya no me quiero preguntar si es que él no me amaba como yo a él. Lo que sí quedó claro, como lo dice uno de los primeros posts de este blog, es que el quiso salvarse y no quiso quedarse conmigo.

Entonces me rompí como esfera de navidad. Entonces me perdí. Aunque ahora que lo pienso, quizá nunca me había encontrado. Quizá esos casi 5 años con él había seguido perdida en una dimensión alterna. No lo sé.

Pero una cuestión para la ruptura -creo- fue que mi visa estaba por terminarse, no lograba conseguir trabajo y de repente, una bomba que ni siquiera sabía que existía, explotó. Dentro de la lucha por querer seguir juntos y luego no, surgió la lucha por conseguir a toda costa un trabajo en Alemania porque yo sentía que no podía permitirme perder al hombre que amaba. Hasta que un día me dijo que él no podría hacer lo mismo por mí. Entonces me di cuenta de que quizá ya desde hace tiempo era yo quien estaba luchando sola por esto.

Supongo que después se convirtió en una lucha por mi ego y sí, aún por él. Porque al parecer cuando uno se “encula” como diría la expresión popular, pues cree que lo puede y lo quiere seguir dando todo. Porque la esperanza muere al último aunque te duela peor que peregrino de rodillas a la Basílica de Guadalupe.

Hasta que un día, logré conseguir el tan anhelado trabajo. Ya no me importaba ni en qué, pero tampoco tenía permitido trabajar en lo que fuera, así que después de un rechazo de visa, el haberlo logrado, se había convertido en una gran victoria después de la batalla perdida de un corazón roto.

Pasé dos años en un estado bastante deplorable considerando que uno no debería de quejarse cuando lo tiene “todo”. Pero es que cada cabeza es un mundo y cada mundo tiene sus propias guerras. Primero me sentía mal porque estaba rota y más perdida que cuando empecé a escribir este post. Luego me sentía mal porque no podía creer que él de verdad se hubiera ido, no podía creer que ahora incluso con trabajo no quisiera reanudar la relación. Entonces fue peor, porque todos los demonios que habitaban en la caverna de mi ser decidieron salir a danzar en círculo cual aquelarre. Me pregunté, como seguro todos los hemos llegado a pensar, si el problema era yo, si no valía, en fin. El proceso de echarme la culpa. Cuando logré medio desprenderme de eso,  me sentía mal porque en realidad aún no seguía bien pero me autoflagelaba por sentirme mal; me decía que no podía permitirme sentirme mal por una tontería como una separación, porque había gente que de verdad la estaba pasando mal y yo llorando por un tipo que ya no quiso estar conmigo.

¿Pero qué demonios te pasa me decía? ¿A dónde has ido a parar? ¿Por qué sientes que el corazón te duele, sudas frío, tiemblas, lloras y casi no puedes respirar? Me daban ataques de pánico. Llegué a pasar días enteros bajo las colchas como película buena o mala sobre alguna decepción amorosa. Iba como zombie al trabajo y para colmo los colegas no ayudaban, el trabajo no me gustaba y bueno, no le veía sentido a los días, que sin embargo veía pasar.

Los viajes me salvaron, aunque sin duda debo volver a visitar ciertos lugares con un nuevo aire, para desmitificar ciertos lugares y para tener mejor recuerdos de otros. Pero sin duda, lo que me mantuvo a flote, fue el goce y el lujo de poder viajar. Así que poco a poco empecé a trabajar para viajar, además de que tenía que comer, pagar la renta y bueno, me encanta la fiesta.

Apenas hace un año podría decir que empecé a recoger los pedazos de la esfera que aún pude encontrar. Pero como sabrán, uno no puede reparar una esfera rota. En realidad recogí los pedazos para tirarlos, porque por fin entendí que tenía que empezar de nuevo y renacer como fénix. No podía hacer borrón y cuenta nueva porque lo que viví con él, fue y será parte de mí. Me cambió y ahora veo que para bien, a pesar del dolor que alguna vez sentí y no voy a mentir, que de repente todavía siento. Pero poco a poco he logrado aprender a estar agradecida por todo lo que viví a su lado y por las enseñanzas que él y su familia me dejaron. Ellos tampoco eran la familia perfecta (como fui poco a poco descubriendo). No sé por qué llegué a creer que eso existía o por qué llegué a anhelarla tanto, o a lo mejor sí lo sé, pero ya no me importa.

Quizá también estoy ahora contenta porque todo eso que viví, me hizo volver a conectarme con mi familia y dejar de sentirme tan ajena con ellos, sobre todo con mi madre. El dolor me devolvió a mi familia, porque yo decidí volver a ella. Al final, es la única que tengo y estoy ahora más que nunca agradecida de tenerla.

Pero sigo aún bien sin saber quién soy yo y para dónde voy. Todo ha mejorado radicalmente. Sí he creido, pero aún me siento perdida. Supongo que en parte es porque no me gusta mi trabajo, pero no me decido a soltarlo porque lo veo como el medio para un fin que en este momento me gusta aunque me asusta. Este trabajo me permite comer, pagar la renta, darme ciertos lujos y viajar.

Aunque en días como hoy cuando siento que pierdo el tiempo y me pico los ojos y divago en todas las cosas que creo que podría hacer, me cuestione por qué estoy aquí. Cuando leo un poco los párrafos de arriba quiero creer que estoy aquí obviamente porque quiero, porque aún no me decido a tomar el siguiente paso porque no sé qué paso dar, pero que eventualmente voy a encontrar el camino.

Que doy gracias porque aunque a veces me siento completamente inútil en esta silla de oficina y me quiero pegar un tiro del aburrimiento, puedo hacer estos ejercicios de escritura y eso, es una bendita ganancia. Que este trabajo me da 25 días de vacaciones (que es lo mínimo en Alemania) pagadas para irme a descubrir los Balcanes que tanto me encantan y para bailar muchas horas en cada fiesta de cumbia y música balkan a la que voy. Que este trabajo me ha permitido viajar con mi hermana, poder comprarle ciertas cosas y bueno, también me ha permitido rascarme la panza, sobrellevar un accidente y conocer a personas que me han ayudado a sobrellevar ese tiempo que fue como entrar al infierno.

Sigo esperando, porque estoy insegura y porque creo que habrá otra sorpresa. Sigo esperando, porque aún no sé qué hacer ni quién soy. A veces creo que mi tiempo en Alemania va llegando a su fin, porque ya no me siento tan cómoda, a veces ya no me siento tan en casa. No sé si es la combinación del trabajo que hago para sobrellevar los días y que los pedazos de la esfera están en el bote de basura. No sé si es porque aún lo quiero o ya no, porque estoy sin pareja, porque a veces me gana la soledad o porque a veces me invade una euforia descontrolada.

A veces me invade una terrible sensación de pérdida porque siento que “no estoy haciendo nada con mi vida”. Veo los logros de los demás y sus carreras académicas y me preguntó dónde estoy o dónde me quedé. No lo voy negar, a veces también me da envidia (y de la mala porque no creo que haya envidia de la buena) cuando veo las fotos de las parejas, bodas, bebés y demás.

Pero después también llega la calma y me agarro de la frase que no todos los que deambulan andan perdidos y me llena de alegría ver todas esas fotos de felicidad veraz o aparente, porque todo esos logros y ese amor hacen del mundo un lugar más bonito y me recomforta. Porque yo sigo aprendiendo de mí y de lo que quiero y no y lo que busco y no. Porque a lo mejor no me convertiré en la diplomática que alguna vez llegué a pensar que sería, pero que todos mis viajes y conversaciones con la “gente común” me han enseñado tanto que quizá por ahí va el camino aunque aún no lo vea marcado. Que a lo mejor si termino poniendo una fonda, pues que sea la fonda a la que le ponga todo el empeño y la gente salga feliz porque comió bien. Vaya, que no tengo ni la más mínima idea.

¿Que quién soy? No lo sé bien. Pero sí sé que si llego a encontrar a alguien lo voy a volver a amar con todas mis terminales nerviosas y que si no lo encuentro tampoco va a pasar nada, que no quiero que el miedo se apodere de mí, que quiero seguir bailando muchas horas por muchas noches más donde parece que todo es posible, que quiero seguir intentando leer libros que quizá nunca termine y otros que sí, que quiero seguir escribiendo de vez en cuando para sentirme libre, que quiero viajar todo lo que sea posible, que quiero dejar de sentir hastío en el trabajo, que quiero encontrar algo que me dé más sonrisas pero que también me deje vivir y si no… al menos quiero aprender a no quejarme, a tomar y dejar ir, y seguir creciendo y ver en cada persona que cruza mi camino y cada lugar que visito, un lugar de enseñanza infinita.

No quiero dejar de ser una persona alegre, no quiero dejar de sentir tristeza cuando veo las cosas malas en el mundo,  no quiero dejar de llorar por una canción o una película, no quiero dejar de admirarme por la risa de un bebé o una pareja besándose, no quiero apagarme, no quiero salvarme. Creo que esa soy yo, aunque no lo sepa muy bien y tampoco tenga el camino muy claro.

A lo mejor así es como debe ser, porque a veces pienso que  quizá así se va cerrando este círculo, para poder iniciar otro abrazando nuevamente a la incertidumbre.

2017

And then… it was over.

Welcome 2018. Here my small recap of this 2017, which re-invented me completely.

This 2017 left me such beautiful travels and wonderful memories that made me believe again in the capacity of self-healing. I cannot thank enough to all the people that were there for me during all these years of pain and doubt.

Eastern

A lovely trip to London. That city is always refreshing, there is always something to do and something new to discover. There was a food truck festival near the Greenwich Observatory and we enjoyed delicious cider and pulled pork sandwiches. I bought a beautiful skirt made with African fabric and patterns. (I know Africa is huge, just can’t remember where was it from… I think it was from West Africa -to reduce the guessing somewhat).

I visited one of my best friends, we know each other since high-school. Actually we spent several years without talking to each other because he was my first love. So how come we stopped talking? Well, back then he was pretty confused about who he was. I was already in college when he suddenly reappeared in my life and since then, months can pass by without seeing or talking to each other, but each time we meet it seems time never passed.

It was cool to talk pure non sense with him or even have some deep converstations about spirituality and religion. He is catholic, and I am not, so I everytime I find his experiences with his religiosty pretty interesting.

The cheery trees were blooming, my allergie was terrible, and still it was just absolutely gorgeous. Bough also a Totoro t-shirt because I will never stop liking some cartoon characters, walk hours through Camden, ate Korean-Mexican fusion and Greek food.

London is just always good for my soul (just as Berlin). It is big, loud, vibrant.

June

Sea, sea, and more sea. Was desperately looking for the sun and so I found a cheap flight to Pula. Convinced a friend to come with me and voilá. Pula is a nice city, as probably any other city on the Istria Peninsula and Dalmation Coast. Croatia’s coast has just this different joie de vivre, the perfect combination of a Roman past and a Balkan present.

We walked through the marmol streets and also visit Rovinj. Couldn’t resist to buy jewlery (Croatia has a lot of jewelery ateliers and designers), end up finding a Mexican place (as it usually happens, I don’t search for them, they find me) and tasting a home made sort of tequila together with a Croatian pivo.

We swam and enjoyed the sun. Met casually some friends from Munich and made party one night. Talked to funny French guys and drank several glasses of Biska.

Pula as some other cities in Croatia shows its Roman history, it has a small colliseum and its center is made of marble. There are some cute souvenir stores with locally-made products, from cremes or lotions to clothes.

I see the Balkans as my lucky place, I am just happy whenever I am there, I have met great friends and have always enjoyed my time. I was just thankful I could go again.

August

A dream came true: I went to Guča’s Trompet Festival. Since I have been living in Europe it was in my bucket list. Well, I finally did it. It made me feel so alive, it reminded me who I was before I cracked.

Good beer, good wine, awesome rakija and the best, really affordable. Delicious food and Balkan brass bands all over the place. Yo go to bed around 2 or 3 am just to wake up to the sound of more trompets around 7 am. You can’t stop, my body was all the time vibrating with joy.

In the heart of Serbia, there is this small town called Guča, which has been holding this trompet festival for about 57 years. I would say every year more and more people know about it and so you can even find people from Australia or the United States.

My friend and I got to know a friendly couple from The Netherlands -the husband spoke really good Serbian, which was pretty helpful to get around, and an awesome guy from England who travels every year solo since 4 years ago to Guča just to have fun and dance.

I end up one night getting pretty wasted, but it was worth it. I couldn’t help it, the rakija started flowing -for free- and the musicians were playing with such power, it was inevitable to fell into the spirit of the Slavs.

One day we had a nice visit to the orthodox monasteries near the town and chill some hours at a pool -the small region is also popular for spa and relaxation places. It was impressive to see this ancient frescos and some of the monasteries are still functioning.

We stayed at the house of a Serbian family where the grandmother would serve every morning breakfast. The first morning beside the delicios Burek and coffee, we got a shot of rakija 🙂 She drank with us of course, and so it began our little adventure through this non-stop party full of trumpet power.

November

Home, sweet home. 8 years had passed since the last time I was home for the “Día de Muertos” (Day of the Dead), so this time I just enjoyed it fully. The happiness I felt when flying was unbeliable. I haven’t feel like that the last 3 years but it finally happened. The cracks were there to remind me the battle, but now they were allowing the light to pass through.

I just enjoy to the fullest my family, my friends, my food, my weather, my colors, my sounds, etc. I embrace my city again completely. I fell again in love with certain places. I had myself my back.

I almost cried when I arrived to Oaxaca because this is me, I cry when I am happy, and I cry when I am sad or angry. Such a bundle of feelings. Walking again through the center of Oaxaca, drinking chocolate and eating ‘cecina’ and ‘tasajo’, just made me want to cry of the pure bliss I was feeling.

On the other hand, I was lucky to also make a small travel with my family to Peru. I visit a friend whom I hadn’t seen since 7 years and I made party like there was no tomorrow despite my injured knee.

Before fliying home I had a bike accident which left me a broken ligament. But there I was, and here I am.

I am just so grateful. Machu Picchu left me completly amazed and I wanted to believe in the magic of the place. With and orthesis and walking stocks, I almost made it to the very top. Cusco gave some trouble with its hills and leaned streets, but I enjoy every little pain. Of course I was careful, but I had my strength and the doctor’s permission to allow myself to enjoy and not let the accident ruin my days.

In the end, it was just one “knee”. It could have been worse. Despite the pain, I was extremely happy my year ended this way. Fortunately I got surgery before the end of it and now I am just happy for this chance. I am happy for having found me again. I am happy it is finally over.